h) El deseo de aprender:

Para que el niño esté motivado a aprender y rendir bien intervienen muchos factores que dependen de él, de su familia^v de sus maestros. Hay niños que son más exploradores que otros, que tienen más iniciativa, que disfrutan más el saber. Seguramente influye mucho en esto la actitud familiar hacia al aprendizaje, los mensajes que inadvertida o conscientemente les damos en relación a lo que significa a nivel familiar. A veces encontramos padres que desvalorizan el aprendizaje curricular a expensas de una hipervaloración de lo que podemos llamar "la escuela de la calle" ("Mírame a mí: no pasé de tercer año y bien que me arreglo en la vida") o porque están desalentados con las consecuencias económicas de una vida de estudio ("¿De qué me valió estudiar tanto si ahora no gano ni para mantenerme?"). Debemos recordar que en las primeras etapas la motivación para aprender siempre es fundamentalmente externa; es decir, que el niño aprende para complacer las expectativas de otros significativos en su vida: maestros, padres. Hacen las cosas bien para "sacar buena nota", no porque valoren el conocimiento en sí mismo. Es tardíamente en el desarrollo que puede accederse a la motivación interna para el aprendizaje: aprender porque da placer saber. Es así que es muy importante en los primeros años fundamentalmente que el niño obtenga la repercusión esperada de su esfuerzo: que vea que el entorno valora lo que él hace, sea en forma de buenas notas, o sea en forma de atención, preocupación y alegría por la tarea realizada.

El deseo de aprender también está relacionado con el grado de continuidad que exista entre los estilos y valores familiares con los escolares. Si existe una comunicación e identificación entre ambos, el aprendizaje se producirá de manera más armónica.

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