EL CASTIGO VIOLENTO

Ya vimos cómo el castigo violento es una realidad en nuestra sociedad. Expresamente vamos a dejar de lado aquí todas las consideraciones éticas que el tema merece, y vamos a detenernos en el lado técnico del asunto. Desde este punto de vista, la utilización del castigo violento tiene muchas desventajas.

Si bien es cierto que el castigo violento suprime en lo inmediato la conducta castigada, no cumple con el verdadero objetivo de la puesta de límites: no enseña cuál es la conducta adecuada que debería sustituirla.

La persona que aplica castigos violentos rápidamente es asociada emocionalmente con el castigo y su sola presencia, a veces, sirve para que el niño "se porte bien". Claro que, cuando no está presente, todo vuelve al punto cero, porque el niño no aprendió a portarse bien, sino a evitar el castigo violento. Cuando éste no es una amenaza real, el niño no ha incorporado nada bueno para sustituir lo que no queremos que haga. Niños acostumbrados a ser controlados por el castigo se transforman en seres que necesitan siempre un control externo a ellos que los controle ya que no desarrollan sus propios controles.

El castigo violento le enseña al niño un modelo violento de reacción. Niños castigados son niños que responden de manera agresiva frente a frustraciones y dificultades.

El castigo violento produce muchas consecuencias emocionales indeseables en el niño: resentimiento, humillación, baja autoestima, miedo, rabia, tristeza. ¿Estamos dispuestos a pagar ese altísimo precio?

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