C) El rol de la televisión

¿Cómo ignorar la influencia de la televisión en la educación de nuestros hijos? Si partimos de la realidad de que nuestros niños y jóvenes llegan a pasar un promedio de 5 horas diarias mirando TV, ya tenemos una medida del respeto con que debemos mirar a este medio como trasmisor de valores y como moldeador de actitudes.

Las investigaciones realizadas tendientes a demostrar la influencia de la imagen televisada en el aumento de la conducta agresiva en los niños, son varias, rigurosas, y han logrado realizarse explorando en grandes grupos y seguirlos además por hasta 10 años. Los resultados coinciden en que el ver escenas violentas en la TV aumenta de manera llamativa la conducta agresiva en todos los niños pero, sobretodo, en aquellos que ya tienen tendencia hacia la agresividad o en los niños más pequeños (preescolares).

La imitación lleva a los niños a reproducir aquellos comportamientos que aprendieron a través de la pantalla, aquellos comportamientos que eran emitidos por seres valorados, poderosos y triunfantes. Terminan asociando conducta violenta con éxito y poder.

Por otro lado, no debe desestimarse la televisión como generadora de creencias y como formadora de actitudes, en aquellos sujetos tan sensibles como lo son los niños expuestos a la pantalla más horas que a sus padres. Estos niños, criados dentro de la realidad televisiva consideran muy natural y cotidiana a la violencia: todo el mundo se pega, se tira cosas, se mata...

Asimismo se va produciendo una desensibilización frente a los golpes, al daño físico, a la visión de la sangre y aún de visceras. Eso hace que ya no se impresionen por estas cosas ni aun en la vida real.

No obstante, aun teniendo en cuenta todo esto, ¿podemos culpar a la televisión? Es cierto que es un arma muy poderosa que tenemos dentro de nuestras casas, pero el uso que de ella hagamos depende de nosotros, los adultos. Muchas veces, los padres olvidamos que el televisor tiene dos botones fundamentales, el de prender y el de apagar. Tenemos que ejercer nuestro derecho firme a abrirle o cerrarle la puerta de nuestras casas (y de nuestras mentes) a quienes nosotros decidamos. Así como no dejamos a nuestros niños comer basura, no los dejemos contaminar mentalmente con antivalores peligrosos. La supervisión es posible y es nuestro deber. No temamos en apagar el aparato cuando no es adecuado lo que están pasando: nuestros hijos aprenderán algo muy importante, aprenderán que se puede decir NO cuando uno quiere decir NO. En otros casos, una excelente manera de antagonizar la deformación de valores, es mirar TV juntos, en familia, de una manera activa, comentando y charlando de manera franca y cálida.

La televisión es un arma poderosa que puede ser utilizada racionalmente para favorecernos. Nos ofrece muchísimas cosas buenas. Ejerzamos nuestro derecho a elegir y no dejarnos contaminar con lo que rechazamos.

Del mismo modo, los videojuegos son excelentes herramientas para introducir a los niños en el mundo de las computadoras y para favorecer algunas habilidades. Hay excelentes productos que favorecen la creatividad y estimulan el desarrollo de manera divertida e inteligente. No es necesario elegir los juegos violentos y sangrientos. No es excusa el que nuestros hijos nos los pidan: nuestro deber es enseñarles lo que creemos es lo mejor y ser un buen modelo para ellos.

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